Llegaron los besos y llegaron las manos.
Se resistía al principio pero sin mucha voluntad.
Tenía ganas de jugar y yo tambien.
El Lugar ya no daba para mas.
Pague y nos fuimos.
La invité a un hotel, pero no quiso. Vivia con los padres y me dijo que no podiamos en su casa.
Quería ir a bailar, pero yo no quería distraerme de mi objetivo.
Recorrimos las calles porteñas hasta terminar en la Costanera. Me dijo que le encantaba el río y que quería ver la luna sobre él. Yo accedí, sabiendo que era un lugar oscuro y tranquilo y me recordaba mis primeras salidas con el auto.
Un tema de Ottis Reding fue suficiente para vencer las pocas resistencias que tenia. Me pidió no tener sexo esa noche. Dijo que no quería que yo piense mal de ella. Yo me reí. Le expliqué la falacia de esa afirmación. Pero no quiso ceder.
Yo me aparté y refunfuñé un rato.
Ella me dijo que no me preocupara, que me compensaría.
No le crei mucho hasta que su mano, que hacia rato masajeaba mi cremallera, desabrochó mi pantalon y tomó mi sexo erecto, acariciandolo con ternura.
Empezó a masturbarme y se fue reclinando en su asiento.
Pidió permiso y se ató el pelo.
Me miró a los ojos y empezó a besarlo. Comenzó con piquitos en el glande, luego en el tronco hasta qeu su lengua se decidió a actuar.
Lo hacía bastante bien y se lo hice saber. Eso la entusiasmo y de a poco fue metiendoselo todo en la boca mientras con sus manos estimulaba mis huevos.
Solo veía su cabeza moverse y esa espalda seductora que me encantaba.
Estuvo así durante un buen rato, sin quejarse y disfrutando su tarea. Al menos eso parecia. Cada vez chupaba mas y mas fuerte y mi pija lo celebraba.
Al punto de acabar pensé en avisarle, pero no lo hice.
Mi leche le inundó la boca y ella se apartó, aunqué un poco más le pegó en el rostro. Ver mi semen chorrando de su boca aún no limpia, me gustó.
Esa noche no quiso más. Pero la psicologa quería ser retribuida en otra ocasión y me lo hizo saber.
Escrito por Porteño a las 3 de Mayo 2004 a las 04:37 PM